Reflexión

En el año 1994 en la ciudad de Medellín, Colombia había
una chica universitaria con muchos sueños y ambiciones.

Se encontraba siguiendo Comunicación Social, la carrera
que siempre había querido estudiar. Muy en el fondo
ella sabía que lo que realmente deseaba hacer con su
vida era trabajar por su cuenta.

No obstante siguió un camino diferente y comenzó a
buscar un empleo convencional, tropezándose una y otra
vez con circunstancias que no la hacían laboralmente
feliz.

Ella veía cómo otros sí eran felices en los mismos
trabajos que para ella significaban una carga.

Pasaron 10 años antes de que esta chica se diera cuenta
de cuál era su error.

En sus propias palabras:

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Esta es, en dos párrafos, la historia de mi vida
adulta.

Para serte franca no reniego de mi pasado ya que de
él he extraído lecciones que me han ayudado a crecer.
Sin embargo pienso que la vida nos da conocimientos
que son innatos a todos los seres humanos pero que
dejamos contaminar y atrofiar por escuchar y creer
opiniones de terceros, por seguir costumbres y
tradiciones sin cuestionarlas. En el camino dejamos
de creer en nosotros sin darnos cuenta y sólo con un
esfuerzo consciente podemos regresar a nuestra
verdadera esencia y sacar ese ser humano libre y
feliz que todos llevamos dentro.

Ahora, con un hijo, un esposo y una vida por delante
agradezco los errores cometidos por todo lo que
aprendí de ellos, pero no puedo dejar de preguntarme
qué hubiera pasado con mi vida si en aquel entonces
hubiera sabido todo aquello que hoy sé, pero sobre
todo si supiera cómo llevarlo a la práctica para
aclarar mi mente y lograr mis objetivos laborales,
económicos y personales sobre una base sólida.

Esos conocimientos, su comprensión y aplicación son
sin duda herramientas a las que cualquier persona
debería tener acceso.

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